domingo, 6 de enero de 2008

El mago de las estrellas

Es día de reyes.

Para celebrarlo, os transcribo un texto, el capítulo doce de El viento blanco, el libro tercero de una obra de Ben Okri que se titula 'El mago de las estrellas'. Me lo encontré en la librería hace unos días, cuando Nacho me enviaba su línea mágica... El libro es un curiosa historia sobre un príncipe y una doncella que a estas alturas del relato aún no se han encontrado, aunque ya se sueñan. Precisamente esta noche y tras hablar en sueños con la doncella, el príncipe despierta de una larga y penosa enfermedad.

Es un poco largo, pero allá va...

«Al día siguiente el príncipe se despertó con un nuevo entusiasmo por vivir y una ilimitada y modesta vitalidad. Saltó de la cama y encaró el sol naciente y, con los brazos estirados como si quisiera abrazar todo el mundo con su amor, respiró profundamente el nuevo aire y los mágicos rayos de sol. Respiró profundamente siete veces sin contar y se quedó mirando los cielos mientras miraba por encima de la tierra y una profundísima y sencilla oración de agradecimiento brotó de su corazón. Esa expresión de gratitud por estar vivo le llenó de tal alegría, que lloró sin saber por qué. Dio las gracias al gran oleaje de la vida que le rodeaba por la buena fortuna de estar vivo. Dio las gracias al aire por estar allí. Dio las gracias al sol por su calor, y la misteriosa calidad de la luz. Dio las gracias al mundo por todos sus colores y su variedad. Y dio las gracias a la magia de la vida por los ojos para ver, por los oídos para oír, por los sentimientos que sentía, por su corazón, por su alma, por su boca con la que halagar. Dio las gracias a aquella gran vida por la belleza del mundo, los animales y las plantas, por vivir y por morir, por la dulzura del bebé recién nacido y las arrugas del anciano. Dio las gracias a la vida por los ríos y las tormentas, por la comida y el hambre, por los árboles, por las flores, por los animales salvajes, por las canciones, por los padres y las madres y por todas las cosas contradictorias que conforman la vida.

El príncipe estallaba, lleno de una loca exultante gratitud, y respiró hondo y cobró conciencia de todas las partes de su cuerpo, desde los dedos de los pies hasta la cabeza, y sintió la expresión de la vida en todo él, de dentro hacia fuera, y se sintió agradecido por cada pulgada de sí mismo, y fue y bebió agua pura de las dulces fuentes, sosteniendo la calabaza en lo alto, hacia el sol, y bebiendo con una sonrisa, y saludó al mundo y a la gloria oculta tras él, y fue y se bañó, con una canción en el corazón, que él permitió que aflorara en sus labios.

Y cuando se hubo bañado, limpiándose todo él con una sencilla gratitud por el extraño milagro del cuerpo vivo, se vistió con colores limpios, sencillos y elegantes y paseó por la corte y por sus alrededores para agradecer a todo el mundo personalmente sus oraciones y la parte que había interpretado en su recuperación de la muerte. Dio las gracias a cada persona que tenía que dárselas. Dio las gracias a los cocineros, dio las gracias a los sirvientes, a los herbolarios, a los mensajeros, a los esclavos, a los jardineros, a los limpiadores, a los ancianos, a los caudillos, a las esposas, a las mujeres, a las hijas y a los bebés.

El príncipe mandó emisarios a todo el reino para transmitir su agradecimiento personal a todo el pueblo por su amabilidad y sus plegarias que, dijo, fueron tan poderosas que incluso el rey de la muerte se conmovió y le permitió regresar con ellos sano y renovado. Mandó un simple mensaje de gratitud más allá del reino, a otros reinos, a los más lejanos y remotos a los que llegaban mensajes. Y mandó mensajes por las rutas habituales, y por los sueños y estados de ánimo, como hacía su padre.

Y después el príncipe recorrió la aldea; y de cabaña en cabaña, de morada en morada, llamando a cada puerta, fue dando las gracias a los aldeanos, dándoles la mano, abrazándolos cuando podía, dando las gracias a hombres asombrados y a mujeres estupefactas, los conmovidos hombres jóvenes y las muchachas tímidas con lágrimas refulgiendo en sus ojos como diamantes. Les dio las gracias a todos. Pasó muchos días dando las gracias al pueblo del reino. No se dejó a nadie. Dio las gracias a los ancianos que ahora eran ciegos. Dio las gracias a las ancianas que no recordaban quién eran. Dio las gracias a los anacoretas y a los ermitaños del bosque. Dio las gracias a las brujas y los brujos. Dio las gracias a los criminales, los locos, los parias, los enfermos, los apestados, los moribundos, y rezó también por ellos. Dio las gracias a los pescadores junto al río, y a los vinateros entre altas palmeras. Dio las gracias a los cazadores en los bosques, a los granjeros en las granjas, a las mujeres en el mercado, a los pregoneros en sus puestos ambulantes. Dio las gracias a los guerreros, a los sabios, a los sacerdotes de los santuarios. Incluso buscó a la legendaria anciana del bosque que vivía sola, lejos de la sociedad, y la encontró de un humor de perros, y también a ella le dio las gracias. Tuvo que oír un montón de coloridos insultos por atreverse a inmiscuirse en su elegida soledad. Después, ella pronunció poderosas oraciones por él. A él no le importó su humor de perros, porque era una aventura conocer a un ser legendario.

Y después mandó a sus mensajeros a todas partes con sus disculpas a cualquier aldeano al que no hubiera dado las gracias por sus oraciones.

Se pasó siete días dando las gracias a cada persona en los alrededores de la aldea.

Había sido visto dando las gracias a las cabras y los perros y también a las vacas, y a los árboles, y al río, como si todos ellos, de alguna forma, hubieran contribuido a su mejora y le hubieran ayudado a regresar de la tierra de la muerte.

Cuando hubo terminado de dar las gracias estuvo listo para otra recuperación. Así que se quedó en casa y convaleció del cansancio de ser agradecido. Y cuando el rey oyó que había sido llevado a su cama para gozar de una segunda recuperación, al rey le pareció tan divertido que se rió durante la cena por la inmensa ternura de su frágil hijo.

Aquella noche, mientras el príncipe dormía, el rey le observó y se rió hasta lo más profundo de la noche.»


2 comentarios:

  1. Saludos. He llegado a tu blog vía Julio Majadas y lo he enlazado con el mío. Volveré a visitarte de tanto en tanto.
    Y en efecto, lo del hang, una cosa fantástica.

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  2. UMMMM...

    ¡¡¡ G R A C I A S !!!

    por el TODOCAMBIA, por lo bello, por la risa, por la canción, por la música, por el azúl, por la luz, por la lluvia y por las nubes, por las ondas y por lo hondo...

    ¡¡¡ G R A C I A S !!!

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