El eterno Tao es la simplicidad sin nombre.
Aunque es pequeño, nadie osa avasallarlo.
Si supieramos atenernos a él,
todo sería tan adaptable como un invitado.
Cielo y tierra se unirían
y dejarían caer un grato rocío.
(...)
Seguir el Tao en el mundo
es como fluir con un río
que conduce sus aguas hacia el mar.
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